domingo, 31 de enero de 2010

Reactivación en veremos

EL ÁBACO
Reactivación en veremos
Edilberto Rodríguez Araújo (Profesor de la Escuela de Economía de la UPTC)
En una reciente encuesta aplicada a 1.440 formadores de opinión pertenecientes a gremios, medios de comunicación, organizaciones sociales y políticas y académicos, el segundo tema económico preocupante para este año, después de la crisis internacional (21 por ciento), es el incierto desempeño del sector industrial (9 por ciento).
Aunque aún no se conoce la cifra definitiva acerca del crecimiento económico del 2009, todo apunta que será nulo, pese a las optimistas expectativas gubernamentales y gremiales, que, pensando con el deseo, han pronosticado que el 2010 cerrará con un repunte del 2,5 por ciento. En estas previsiones el comportamiento del sector industrial es determinante, siendo el sector más expuesto a la crisis externa –lo que se manifiesta en el desplome de las exportaciones a los principales socios comerciales, Estados Unidos y Venezuela-, cuya producción no ha mostrado indicios de recuperación, ya que en el periodo enero-noviembre del año pasado cayó en -5,9, haciéndolo simultáneamente el empleo, el cual se contrajo en - 6,4 por ciento, particularmente, la mano de obra temporal.
La coyuntura industrial no sería más preocupante si no es porque la tan esperada reactivación aún no llega y la confianza de los empresarios es negativa. El retraimiento se evidencia en sectores claves para el departamento de Boyacá, tales como las industrias metalmecánica, automotriz y siderúrgica, entre otras, aquejadas por un sensible bajonazo en los pedidos, las ventas y en el aprovechamiento de la capacidad productiva instalada que, según Fedesarrollo, no supera el 68 por ciento, estimativo que contrasta con el de la Andi (75 por ciento), situación que arrastra a la baja la contratación de personal, elevando los niveles de desempleo que podrá situarse en el 2010 en 14 por ciento.
Pero, como si fuera poco, la tan trillada “confianza inversionista” de los empresarios se ha visto deteriorada con el cuestionado paquete tributario –anticipo de la arremetida alcabalera que se avecina- implantado, a rajatabla, por el Gobierno Nacional, bajo el pretexto de emergencia social para evitar el colapso del sector salud y con el cual se esperan recaudar cerca de $ 2 billones. El drástico incremento del IVA a cerveza, juegos de azar, cigarrillos y licores, no necesariamente se traducirá en un previsible aumento en los ingresos de los gobiernos departamentales, los cuales financian gran parte del gasto con estos recursos. En promedio el impuesto a la cerveza, licores y cigarrillo representaban alrededor del 20 por ciento de las finanzas departamentales. Es el círculo perverso de pretender elevar las volátiles rentas del “vicio”, que genera patologías sociales, para financiar las ilimitadas necesidades de la salud pública.


PUNTO FINAL: Comenzó la cuenta regresiva y los aspirantes a Senado y Cámara han cubierto muros, paredes, andenes y calles, provocando una saturante contaminación visual. La falta de creatividad en las consignas es apabullante. Se leen lemas, carentes de sustancia programática, del siguiente tenor: “Buen camino”, “Ahora sí”, “plena confianza”, “un boyacense para servir a Colombia”, “Paso a paso”, “Mi compromiso es…Usted, Que esta vez…tu voto no se pierda”. ¡Qué vacío conceptual!












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¿Quien le cree a quien?

SUMAS & restas
¿Quién le cree a quien?
Edilberto Rodríguez Araújo (Coordinador del grupo de investigación OIKOS de la UPTC)
Es paradójico que una de las instituciones con menores aciertos en sus pronósticos sea la que le merezca mayor credibilidad a los 1.440 encuestados -líderes de gremios (10 por ciento), academia (24 por ciento), medios de comunicación (30 por ciento), organizaciones políticas (22 por ciento) y sociales (14 por ciento)-por el ex director del Dane, César Caballero, a través de su firma encuestadora “Cifras y conceptos”, en 15 departamentos y el distrito capital. Esa institución es el Banco de la República –es de suponer que se refiere a su flamante Junta Directiva- que obtuvo la mayor favorabilidad (69 por ciento), que contrasta con la de la figura presidencial que ocupó el 13º lugar -con un grado de confianza de 53 por ciento- entre 17 consultados.
Aunque se han cuestionado los alcances de este tipo de medición que, generalmente tiene un sesgo reduccionista, porque a partir de una reducida muestra de la población, hace extensiva, arbitrariamente, sus conclusiones a todo el universo, de alguna forma es un reflejo del pulso de la opinión que, en coyuntura como la actual, se esgrimen como una infalible verdad para apabullar a sus contendores.
El Banco de la República, santuario de la tecnocracia colombiana, es, por mandato constitucional, el responsable del manejo de la política monetaria, cambiaria y crediticia, renunciando a los propósitos de reactivación económica y generación de empleo.
La Banca Central ha centrado todos sus esfuerzos en la llamada estabilidad de precios y ha fijado la llamada inflación objetivo como ancla de su estrategia, además de la regulación de la tasa de cambio de pesos por dólar. Ante la enorme incertidumbre, que se cierne sobre la economía, que impiden metas muy puntuales, se establecen intervalos. Este fue el caso en que, por ejemplo, el Banco Emisor predijo que para 2009 la inflación oscilaría en un rango entre 4,5 y 5,5 por ciento, promediando un 5 por ciento, expectativa que, de alguna manera fue avalada por expertos económicos –pese a que sólo el 21 por ciento de estos en octubre de 2009 lo compartió-, pero que estuvo distante del resultado obtenido cual fue de 2 por ciento. Para el 2010 la proyección del Banco sitúa el intervalo, tanto para el PIB como la inflación, entre 2 y 4 por ciento, siendo su cumplimiento muy incierto.
Otra muestra del desfase entre las previsiones y las cifras finales es la del reajuste salarial, a finales del año pasado. El Banco de la República, luego de revisar sus predicciones, anticipó que sería de 6,1 por ciento; sin embargo, el incremento del salario mínimo fue de 3,6 por ciento –aumento que se anulará con las incontenibles alzas de precios de comienzos de año, espoleadas por la implacable sequía y el cuestionado paquete tributario con el desproporcionado aumento del IVA a cerveza, licores y cigarrillos, para cubrir el desfinanciamiento del colapsado sector salud.

Otrosí: A pesar de que en noviembre se decidió la entrega del Instituto Técnico Rafael Reyes al municipio de Duitama –invocándose discutibles argumentos-, en el presupuesto de la UPTC para el 2010 se soslayó esta situación y se incluyó una partida por $ 1.800 millones, como si éste colegio aún estuviese adscrito a la Universidad o mediara algún convenio de prestación de servicios.
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viernes, 8 de enero de 2010

Desempleo a la carta

EL ÀBACO
Desempleo a la carta
Edilberto Rodríguez Araújo (Profesor de la Escuela de Economía de la UPTC)
Una de las prioridades del colombiano de a pie es contar con la oportunidad de poseer un empleo remunerado. La baja demanda de trabajo, particularmente en sectores intensivos en este factor productivo, se ha acentuado con la lenta recuperación de la economía, lo que, como en un “círculo vicioso”, ha deprimido el consumo de los colombianos, entorpeciendo las expectativas de una reversión de las tendencias recesivas de la economía, en la que los pronósticos más optimistas sitúan, para el 2010, un repunte del Producto Interno Bruto (PIB) de 2,5 por ciento.
Paralelamente al aumento del número de desocupados –que a finales de 2009 fue de 13,7 por ciento- se ha elevado el número de subempleados, insatisfechos con las condiciones de contratación, que representa el 46,7 por ciento de las personas ocupadas, cifra de por sí reveladora de la calidad del empleo existente. En noviembre de 2009 la población desempleada se calculaba en 2.4 millones de personas, a lo que se agrega que los subempleados bordeaban los nueve millones. El principal factor explicativo del subempleo es la insatisfacción de los asalariados por la insuficiencia de los ingresos obtenidos.
El departamento de Boyacá no ha sido ajeno al declive en la generación de empleo. El último estimativo disponible, antes del estallido de la crisis económica, correspondiente a 2008, mostraba una expansión del enganche de mano de obra de 32.000 nuevos puestos de trabajo –subproducto del espectacular crecimiento económico de 2007: 9,74 por ciento, el mayor guarismo observado dentro de las economías departamentales colombianas -, malogrado por el cierre de empresas o reducción de la nómina de personal de las mismas.
El acelerado crecimiento de la economía boyacense en 2007 permitió un sensible descenso del desempleo y del subempleo, los cuales se situaron, en el 2008, en 7,0 –la más baja en el país- y 24,0 porciento, respectivamente, luego de tener registros, en el año anterior, de 9,6 y 40,0 por ciento. Ello significó 13.000 desempleados y 88.000 subempleados menos
Durante el trimestre septiembre-noviembre de 2009, Tunja evidenció alentadores indicadores del mercado laboral, ocupando el puesto 17 entre las 24 ciudades encuestadas por el Dane, para medir la dinámica de tan cambiante mercado. La tasa de desempleo fue similar a la observada en el contexto nacional (11,5 por ciento), distante de ciudades que exhibían un solo dígito de desocupación como Bucaramanga, San Andrés, Santa Marta y Villavicencio; sin embargo, - a juzgar por las cifras conocidas- el subempleo, “pariente” cercano de la informalidad prevaleciente en la economía urbana –comoquiera que ésta absorbe más de la mitad de los trabajadores y empleados permanentes o temporales ocupados en actividades como el comercio, hoteles y restaurantes, carentes de seguridad social-, mostraba un desempeño moderado, aparente evidencia de satisfacción de los trabajadores y empleados en torno a la cuantía de los ingresos percibidos, así como de las características del perfil y duración de la jornada laboral.
Punto final: En la hipotética distribución de curules de las próximas elecciones para el Congreso no hay certeza absoluta, pese a la hegemonía conservadora-liberal. En las elecciones del 2006 del potencial electoral de 785.300 votos, la abrumadora abstención (cerca del 52 por ciento), sólo permitió que los partidos y movimientos políticos se disputaran un poco más de 321.000 sufragios válidos. Si las huestes del Partido Verde logran movilizar a la mayoría de los 120.000 votantes que sufragaron, en el 2003, por el ex Gobernador Jorge Londoño, las posibilidades serán reales, inclusive sin el esquivo apoyo mediático de los tan publicitados “tres tenores”, quienes han invisibilizado su, aún en ciernes, campaña electoral. Como reza el refrán, “muchos serán los llamados y pocos los escogidos”.
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La caja de Pandora de los precios

SUMAS & restas
La caja de Pandora de los precios
Edilberto Rodríguez Araújo (Coordinador del grupo de investigación OIKOS de la UPTC)
Se ha divulgado la cifra de la inflación acumulada para el 2009, guarismo que puso en jaque las proyecciones de las autoridades económicas (Banco de la república y Departamento Nacional de Planeación), y que, en otras circunstancias, sería motivo de regocijo general. Sin embargo, los cuatro trimestres consecutivos de caída libre de la economía hacen presagiar que una baja de la inflación (2,0 por ciento), acompañada de un nulo crecimiento económico, no es motivo de alborozo colectivo.
El descenso en el nivel de precios no se deriva de una contención de la estructura de costos en los precios y tarifas de los bienes y servicios: existen precios o tarifas reguladas cuyos incrementos están atados a la inflación proyectada o al pírrico aumento del salario mínimo (copagos en las EPSs, comparendos, peajes y arriendos), o cuando más, desbordan estas previsiones (impuesto predial, servicios públicos, pensiones, matrículas, transporte urbano, entre otros). Capítulo aparte merece la gasolina y el acpm, producidos en Colombia, pero cobrados según los precios internacionales de los hidrocarburos.
De igual manera, el comportamiento de los alimentos es uno de los componentes básicos en su variación. Como es sabido, en la oferta de productos alimenticios inciden factores estacionales, asociados a la cambiante climatología (intenso verano y abrumadoras heladas en el altiplano cundiboyacense) que jalonan, de manera recurrente, las alzas. Pese a la tan publicitada, pero inocua, “congelación de precios” pactada por el Ministerio de Agricultura, el comienzo de año registrará una incontenible trepada de precios que anulará el reajuste en el salario mínimo de 3,64 por ciento ($515.500).
El detonante de la aparente reducción de precios de la canasta familiar ha sido la contracción de la demanda interna, subproducto del deterioro del mercado laboral –Colombia ha ostentado una de las mayores tasas de desempleo en América Latina, cuyo nivel promedio en 2009 fue de 9,0 por ciento-, que ha “destruido” empleo y ha acarreado una sensible merma en los ingresos familiares. Es previsible que los indicadores sociales, tales como la línea de pobreza y de indigencia exhiban para el 2009 y 2010 el peor desempeño de los últimos años, llevando a que un año electoral como el que despega, muestre una postrada economía que no se reactivará con el demagógico discurso de la “confianza inversionista”, con mayor inequidad que hará añicos la tan esquiva cohesión social.
De las 25 ciudades que cubre la medición de la inflación por parte del Dane, Tunja ocupa el octavo lugar, superando el promedio nacional, al alcanzar un nivel de 2,23 por ciento, originado en el incremento de precios de renglones como alimentos, vivienda y transporte, gravitando, principalmente, la carestía sobre los trabajadores y la clase media.
OTROSÍ: Las campañas electorales empiezan a invadir, cual hiedra reptante, muros y paredes. Hay muchos repitentes. La renovación que tanto se invoca no aparece. En muchos casos se recompensa las prácticas clientelistas, postulándose añejas figuras cuyo tránsito por el Congreso no ha dejado huella alguna. Vale la pena ensayar no sólo nuevos nombres, sino programas renovadores que propongan soluciones, no paliativos, a los problemas regionales. ¡No más de lo mismo!
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La caja de Pandora de los precios
Edilberto Rodríguez Araújo (Coordinador del grupo de investigación OIKOS de la UPTC)
Se ha divulgado la cifra de la inflación acumulada para el 2009, guarismo que puso en jaque las proyecciones de las autoridades económicas (Banco de la república y Departamento Nacional de Planeación), y que, en otras circunstancias, sería motivo de regocijo general. Sin embargo, los cuatro trimestres consecutivos de caída libre de la economía hacen presagiar que una baja de la inflación (2,0 por ciento), acompañada de un nulo crecimiento económico, no es motivo de alborozo colectivo.
El descenso en el nivel de precios no se deriva de una contención de la estructura de costos en los precios y tarifas de los bienes y servicios: existen precios o tarifas reguladas cuyos incrementos están atados a la inflación proyectada o al pírrico aumento del salario mínimo (copagos en las EPSs, comparendos, peajes y arriendos), o cuando más, desbordan estas previsiones (impuesto predial, servicios públicos, pensiones, matrículas, transporte urbano, entre otros). Capítulo aparte merece la gasolina y el acpm, producidos en Colombia, pero cobrados según los precios internacionales de los hidrocarburos.
De igual manera, el comportamiento de los alimentos es uno de los componentes básicos en su variación. Como es sabido, en la oferta de productos alimenticios inciden factores estacionales, asociados a la cambiante climatología (intenso verano y abrumadoras heladas en el altiplano cundiboyacense) que jalonan, de manera recurrente, las alzas. Pese a la tan publicitada, pero inocua, “congelación de precios” pactada por el Ministerio de Agricultura, el comienzo de año registrará una incontenible trepada de precios que anulará el reajuste en el salario mínimo de 3,64 por ciento ($515.500).
El detonante de la aparente reducción de precios de la canasta familiar ha sido la contracción de la demanda interna, subproducto del deterioro del mercado laboral –Colombia ha ostentado una de las mayores tasas de desempleo en América Latina, cuyo nivel promedio en 2009 fue de 9,0 por ciento-, que ha “destruido” empleo y ha acarreado una sensible merma en los ingresos familiares. Es previsible que los indicadores sociales, tales como la línea de pobreza y de indigencia exhiban para el 2009 y 2010 el peor desempeño de los últimos años, llevando a que un año electoral como el que despega, muestre una postrada economía que no se reactivará con el demagógico discurso de la “confianza inversionista”, con mayor inequidad que hará añicos la tan esquiva cohesión social.
De las 25 ciudades que cubre la medición de la inflación por parte del Dane, Tunja ocupa el octavo lugar, superando el promedio nacional, al alcanzar un nivel de 2,23 por ciento, originado en el incremento de precios de renglones como alimentos, vivienda y transporte, gravitando, principalmente, la carestía sobre los trabajadores y la clase media.
OTROSÍ: Las campañas electorales empiezan a invadir, cual hiedra reptante, muros y paredes. Hay muchos repitentes. La renovación que tanto se invoca no aparece. En muchos casos se recompensa las prácticas clientelistas, postulándose añejas figuras cuyo tránsito por el Congreso no ha dejado huella alguna. Vale la pena ensayar no sólo nuevos nombres, sino programas renovadores que propongan soluciones, no paliativos, a los problemas regionales. ¡No más de lo mismo!
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