lunes, 7 de diciembre de 2009

CARTA AL NIÑO DIOS

EL ÁBACO
Edilberto Rodríguez Araújo (Profesor de la Escuela de Economía de la UPTC)
CARTA AL NIÑO DIOS
Mi entrañable parce:
Nunca pude entender por qué si naciste en el primaveral mayo celebraban tu nacimiento en el invernal diciembre, así como por qué,-como leí en una revista llamada “Marrana”, a propósito del ungimiento del nuevo Dalai Lama-, eras el niño Chuchito, y, a la vez Dios, en la teocracia celestial.
Yo sé que tu, como yo, hace más de dos mil años andabas huyendo de la persecución del infanticida de Herodes. Yo soy uno más de los cuatro millones de desplazados de la diáspora que ha dejado la espiral de la triple violencia de paracos, guerrillos y mal llamadas “fuerzas del orden”, con sus “falsos positivos”. Después de tener una casita con techo de zinc y paredes de guaduas, ahora sólo tengo por techo un enorme cielo estrellado y por paredes el silbido del viento. A diferencia tuya no me visitan los tres “desparchados” pastores ni los tres reyes “vagos”, sino las siete plagas de Egipto.
Llevo dos años buscando empleo y cada vez que voy con mi carpeta a solicitar un puesto de “guachimán” sólo recibo un portazo de “vuelva después”, porque no hay vacantes en las empresas de seguridad –que sobra en las fincas, pero que falta en las calles-, pues policías y desmovilizados de todos lo pelambres las han copado, por menos de un salario, no mínimo sino misérrimo.
Hace tiempo que no voy a la iglesia; ayer estuve escuchando, desde una cómoda banca más mullida que la estera sobre la que duermo, un enrevesado sermón de un curita que en lugar de predicar la caridad cristiana, -distinta a ese manirrotismo que practica el ministrico de agricultura con esa honorable “gente de bien”, como si nosotros no fueramos “gente buena”, como dice ese presidentico de gafitas de seminarista, ínfulas de Mesías y arrebatos patrioteros-, después de haberme despojado de los últimos dos mil pesos de la limosna, la emprendió rabiosamente contra los enemigos de la reelección y de las mujeres que se practican un aborto en condiciones traumáticas. Con los bolsillos vacios y contrariado, abandoné tu casa, mi parce, pensando en que si volvieras, repartirías latigazos a diestra y siniestra, para quienes, en tu nombre, predican pero no practican.
Mi parce, yo no me doblego. Todos los días escucho que “los buenos somos más”. Quisiera pensar que se refieren a los que, con el despuntar del sol mañanero nos entregamos al mágico rito de vivir (o, ¿sobrevivir?), aprovechando cada oportunidad que, ahí sí, nos prodiga la Divina Providencia, y, no de aquellos que hablan de millones y millones de pesos en sus cuentas (o, ¿caletas?), muchas de origen “non sanctos”, ostentando sus vistosas camionetas blindadas y sus modestos conjuntos cerrados de estrato siete, vigilados por empobrecidos guachimanes.
No sé qué haré cuando los inocentes niños coloquen en esa invención franciscana que es el pesebre, un muñeco de cerámica, plástico o caucho que, -juran y rejuran-, se parece a ti, mi parce. Esperaré el amanecer para ver si algún diabético dejó su porción de natilla y daré las gracias porque la fantasía de la navidad me permitió hablar contigo. He escuchado que el salario mínimo ahora si es mínimo, pues un sabiondo mono del el DNP anunció que la productividad fue este año de -3,5 por ciento, superior al del costo de la vida (2,0 por ciento) – ¡erureka! salimos a deberle-y que ahora somos 2,5 millones de desocupados. Ahora sí, mi parce, me volví pobre repobre. Te espero debajo del puente o en el semáforo.
Hasta siempre, mi parce. ¡Feliz navidad!

palimpsesto21.blogspot.com

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