viernes, 8 de enero de 2010

SUMAS & restas
La caja de Pandora de los precios
Edilberto Rodríguez Araújo (Coordinador del grupo de investigación OIKOS de la UPTC)
Se ha divulgado la cifra de la inflación acumulada para el 2009, guarismo que puso en jaque las proyecciones de las autoridades económicas (Banco de la república y Departamento Nacional de Planeación), y que, en otras circunstancias, sería motivo de regocijo general. Sin embargo, los cuatro trimestres consecutivos de caída libre de la economía hacen presagiar que una baja de la inflación (2,0 por ciento), acompañada de un nulo crecimiento económico, no es motivo de alborozo colectivo.
El descenso en el nivel de precios no se deriva de una contención de la estructura de costos en los precios y tarifas de los bienes y servicios: existen precios o tarifas reguladas cuyos incrementos están atados a la inflación proyectada o al pírrico aumento del salario mínimo (copagos en las EPSs, comparendos, peajes y arriendos), o cuando más, desbordan estas previsiones (impuesto predial, servicios públicos, pensiones, matrículas, transporte urbano, entre otros). Capítulo aparte merece la gasolina y el acpm, producidos en Colombia, pero cobrados según los precios internacionales de los hidrocarburos.
De igual manera, el comportamiento de los alimentos es uno de los componentes básicos en su variación. Como es sabido, en la oferta de productos alimenticios inciden factores estacionales, asociados a la cambiante climatología (intenso verano y abrumadoras heladas en el altiplano cundiboyacense) que jalonan, de manera recurrente, las alzas. Pese a la tan publicitada, pero inocua, “congelación de precios” pactada por el Ministerio de Agricultura, el comienzo de año registrará una incontenible trepada de precios que anulará el reajuste en el salario mínimo de 3,64 por ciento ($515.500).
El detonante de la aparente reducción de precios de la canasta familiar ha sido la contracción de la demanda interna, subproducto del deterioro del mercado laboral –Colombia ha ostentado una de las mayores tasas de desempleo en América Latina, cuyo nivel promedio en 2009 fue de 9,0 por ciento-, que ha “destruido” empleo y ha acarreado una sensible merma en los ingresos familiares. Es previsible que los indicadores sociales, tales como la línea de pobreza y de indigencia exhiban para el 2009 y 2010 el peor desempeño de los últimos años, llevando a que un año electoral como el que despega, muestre una postrada economía que no se reactivará con el demagógico discurso de la “confianza inversionista”, con mayor inequidad que hará añicos la tan esquiva cohesión social.
De las 25 ciudades que cubre la medición de la inflación por parte del Dane, Tunja ocupa el octavo lugar, superando el promedio nacional, al alcanzar un nivel de 2,23 por ciento, originado en el incremento de precios de renglones como alimentos, vivienda y transporte, gravitando, principalmente, la carestía sobre los trabajadores y la clase media.
OTROSÍ: Las campañas electorales empiezan a invadir, cual hiedra reptante, muros y paredes. Hay muchos repitentes. La renovación que tanto se invoca no aparece. En muchos casos se recompensa las prácticas clientelistas, postulándose añejas figuras cuyo tránsito por el Congreso no ha dejado huella alguna. Vale la pena ensayar no sólo nuevos nombres, sino programas renovadores que propongan soluciones, no paliativos, a los problemas regionales. ¡No más de lo mismo!
Palimpsesto 21.blogspot.com

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